Si queremos caracterizar a la familia romana no debemos
fijarnos en las semejanzas con una familia actual, sino en las diferencias que
existen entre ambas.
La familia romana la integraban no sólo las personas
ligadas por vínculos de sangre, sino también todos aquellos que mantenían una
relación de dependencia con el pater familias, es decir consideraban a los esclavos
componentes de la familia. Una familia romana, por tanto, era mucho más amplia
que una familia actual y podía estar formada por cientos de personas.
El pater familias era el hombre
que no dependía de nadie y del que todos dependían. Era el dueño legal del hogar y de
todos sus miembros, era el que trabajaba para sostener la casa y tomaba las
armas en caso necesario para defenderla y por tanto era la pieza sobre la que
giraba toda la familia. Es la máxima autoridad familiar gracias a la Patria Potestad que dispone, por la cual
él es la ley dentro de la familia y todos los demás miembros deben obediencia a
sus decisiones. Los romanos consideraban esta Patria Potestad algo sagrado.
Esta otorgaba al pater familias la decisión de que un individuo
permaneciera o formara parte de la familia, en el nacimiento de un hijo se
consideraba más importante la acogida por parte del pater familias que el hecho
de haber nacido. La esposa al igual que los demás componentes de la familia
romana estaba supeditada a su marido, este podía castigarla incluso con la
muerte en el caso de faltas graves (infidelidad). Tenía el poder para
vender a sus hijos como esclavos; la ley romana decía, sin embargo, que si un
hijo era vendido como un esclavo tres veces, dejaba de estar sujeto a la patria
potestas. El páter familias tiene el poder de aprobar o rechazar
matrimonios de sus hijos e hijas. Con los esclavos ocurría prácticamente lo
mismo, sin embargo un esclavo podía convertirse
en un ciudadano libre, si era liberado por el pater familias. En algunas ocasiones
la relación entre los esclavos y el pater familias era tan buena que estos no
se marchaban una vez obtenida la libertad al considerarse integrados en esa
familia.
En una familia romana no es necesario ser hijo de sangre, se podían adoptar
hijos que pasaban a formar parte de la familia legalmente, eso sí, siempre con
la aceptación del pater familias.
Sin embargo la composición de las familias de hoy
en día es diferente, en la domus habitan, en general, los padres e hijos. La
patria potestas la comparten ambos padres y los hijos y esposas tienen libertad
absoluta. No poseemos esclavos en los que su vida dependa de nosotros ni
tampoco se decide nuestra vida al nacer.
Por los textos que he leído y la información que he obtenido
la familia romana puede parecerse hoy en día a una familia mafiosa.
Según el texto de Ovidio, Metamorfósis 9,669-684, Ligdo un
hombre de la plebe con derecho a la ciudadanía, con cierto patrimonio y
procedente del reino de Cnosos iba a ser padre y su ilusión por que fuera varón
era inmensa, pues una mujer no podría darle el honor que le daría un varón, ya que estas siempre
estarían supeditadas a otras personas, en cambio un varón podría formar su
familia ejerciendo la patria potestas.
Ligdo en el caso de que naciera niña podría ordenar su muerte, pues
poseía la patria postestas al ser el pater familias, derecho que muy a mi pesar
otorgaba gran importancia a los hombres, nadie ni si quiera unos padres pueden
decidir sobre la vida de una persona y más aún si es hijo tuyo, en la
actualidad no existen casos en los que se decida sobre la vida o la muerte en
el nacimiento pero sí existe el derecho, en ciertas culturas, de tener bajo tu
mandato a las mujeres y a los hijos/as.
Ligdo deseaba dos cosas a su mujer Teletusa, que diera a luz
sin dolor y que fuera un varón. La esposa de Ligdo finalmente dio a luz a una
niña, “Ligdo manteniendo firme su decisión de matar a la niña, la cogió y la
pequeña le miró, en ese momento se produjo una conexión entre ambos que para
Ligdo la decisión de matarla desapareció completamente de su mente”.
El texto de Horacio, Sátiras 1,6,65-78.89.93-96, nos
presenta a Horacio, un joven educado, respetuoso, honrado, a quien no se le
puede acusar por ser avaro, mezquino o de ir de burles, con una vida pura e
inocente y de quien tiene por ejemplo y a quién acusa de implantarle estos
valores a su padre. Yo también puedo
decir que gracias a mis padres sois como soy, y poseo la mejor educación,
honesta, respetuosa, educada, así me han enseñado a ser. La escuela de Flavio a
la que el padre de Horacio no quiso llevarle, asistían niños de buena posición
económica con “cartera y tablilla bajo el brazo izquierdo” como dice Horacio.
Las tablillas eran los cuadernos que se utilizaban para escribir, recubiertas
de cera sirvieron en Grecia y Roma sobre todo para fines literarios (como
borradores). Las había de una sola hoja y con un asa para colgarlas, pero
generalmente eran dos (dúplex o díptico), tres (codex triplex o tríptico),
cinco o incluso más. La ventaja de poder borrarse explicaría su uso tan
frecuente. De esta época se han encontrado varias como las descubiertas en las
minas de oro de Alburnus Maior Vicus Pirustarum, en Transilvania o en la casa
del banquero Lucius Caecilius Lucundus en Pompeya.
El padre de Horacio prefirió llevarle a Roma para que
emprendiera carrera como senador o cualquier ámbito político, para que
aprendiera como era la vida en una gran ciudad y de ahí sacara su propia
enseñanza. Horacio se siente orgulloso de sus padres y no tiene queja absoluta
de ellos. Si Natura ordenara a partir de
un número de años rehacer el camino del tiempo vivido quizás en muchas
ocasiones me hubiera planteado otras alternativas y no hacer lo primero que se
me viniera a la mente, pero en ningún momento culpo de ello a mis padres,
porque a ellos no los cambiaría jamás.
Buen trabajo, Celia. Tan sólo la última parte está un poco más floja: mezclas diferentes apartados (el comentario de la sátira de Horacio con la parte sobre los libros...) y no quedan respondidas algunas de las cuestiones que se planteaban al hilo de la sátira.
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